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La virtud de escuchar más que hablar

  • Foto del escritor: Oriol Gifra
    Oriol Gifra
  • 10 may
  • 2 Min. de lectura

Se suele atribuir a Zenón de Citio, fundador de la escuela estoica, la famosa frase “tenemos dos orejas y una sola boca para escuchar más y hablar menos” (o alguna similar), en referencia a la importancia de la escucha atenta como virtud filosófica y ética.


Para mí, escuchar no es lo mismo que oír. Escuchar es prestar atención y procesar lo que estás oyendo, y mientras escuchas, piensas y reflexionas sobre ello. Este proceso ya no es tan sencillo si no se hace con atención y dedicación mental, especialmente en un mundo donde la capacidad de atención se ha reducido en un 70 % en las dos últimas décadas, según la psicóloga y profesora universitaria Gloria Mark. Hoy en día, en promedio, las personas son capaces de mantener la atención durante menos tiempo que un pez dorado.


En la filosofía griega, Sócrates (470-399 a. C.), a través del método socrático —diálogo y preguntas—, practicaba la escucha activa para guiar a sus interlocutores a descubrir la verdad por sí mismos. Escuchar era una herramienta de aprendizaje y transformación.


Su humildad epistemológica (“solo sé que no sé nada”) implica una disposición constante a escuchar, aprender y revisar las propias creencias.


Más tarde, para los estoicos, como hemos visto con Zenón de Citio (334-262 a. C.), escuchar bien era esencial para actuar con sabiduría, templanza y justicia.


En la filosofía oriental, Confucio (551-479 a. C.) enseñaba que escuchar bien era un acto de virtud (ren) y una muestra de respeto (li).





Para el taoísmo —en concreto, en el Tao Te Ching—, la sabiduría se encuentra en el silencio y la receptividad. Escuchar al mundo, a la naturaleza y al flujo del Tao es esencial para vivir en armonía.


Para el budismo, escuchar con atención plena es una forma de compasión.


Muchos filósofos han hablado sobre la importancia de la escucha como base del conocimiento (propio y del otro) y del respeto. Pero dejadme terminar con la reflexión del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien critica la hipercomunicación de nuestra época, donde todo se dice pero poco se escucha. Él propone recuperar el silencio y la escucha profunda como forma de resistencia frente al ruido digital, y estoy totalmente de acuerdo con él.


Escuchar nos humaniza y conecta; permite conocernos y transformarnos, y además es un gesto de humildad, cuidado y justicia.


Si el mundo escuchara más, descubriría que en el silencio del otro habita parte de nuestra propia verdad. Hablaríamos con menos prisa y con más sentido.

 
 
 

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