Siempre has vivido
- Oriol Gifra
- 1 jun
- 4 Min. de lectura
El otro día estuve de tertulia de sobremesa con un monje amigo mío, doctor en filosofía de la mecánica cuántica.
Hablamos de muchos temas, todos ellos muy interesantes.
Ya casi al terminar la conversación, quise hacerle una pregunta para saber cuál era su respuesta. Me gustaría que tú también te la hicieras, ya que, en función de tu respuesta, podrías obtener una nueva perspectiva sobre la vida.
La pregunta era: ¿existías antes de nacer?
¿Tú qué opinas?

Aquí te doy mi opinión argumentada, y al final también te diré lo que él me respondió.
Para mí, como en la filosofía budista, claramente existía antes de nacer.
De hecho, intentaré explicarlo incluso para los más incrédulos en el siguiente texto.
En física, "nada puede salir de la nada", por lo que tu existencia debe basarse en algo. Las células germinales (óvulo y espermatozoide) sí existían antes de tu concepción y, en ese sentido, podrías decir que estabas "potencialmente" contenido allí.
Además, los átomos que hoy forman tu cuerpo han existido desde hace miles de millones de años, formando parte de estrellas, planetas, organismos...
Por tanto, se podría decir que la materia de la que estás hecho sí existía previamente a tu nacimiento, y desde este punto de vista, nos acercamos a la idea de tu preexistencia.
Seguimos. Aunque el ADN específico que te define (tu combinación genética única) no existía antes de la fecundación, los elementos que lo conforman sí existían.
Aquí es donde hay que aclarar un punto clave para la comprensión completa de la preexistencia: una cosa es existir potencialmente, y otra es expresarse o manifestarse.
Tu ADN se expresó o conformó como tal a través de ciertas combinaciones biomoleculares. Es decir, la partitura musical existía, y ahí empezaron a sonar los primeros acordes de tu existencia.
Eso significa que, biológicamente, sí existías como una posibilidad real, codificada en las células de tus padres, en su material genético, incluso en sus decisiones epigenéticas. Pero tu forma final, tu expresión, aún no había emergido.
Tu expresión final fue, una vez nacido, el ser autoconsciente de tu existencia. La consciencia estaba, pero "dormida", por el mismo motivo que comentamos antes: una cosa es existir y otra, expresarse.
Conforme la consciencia se va expresando, vas comprendiendo mejor tu vida. Pero esta, desde el punto de vista científico, en el fondo ya existía, y podía o no expresarse en ti.
Cuando eres consciente de tu existencia, empiezas a darte más "existencia".
Siguiendo lo que la misma ciencia confirma , que nada desaparece, sino que se transforma, al morir volvemos de donde venimos y dejamos de expresarnos vitalmente en esta existencia, en esta vida.
Pero además, esta forma de verlo se refuerza con lo que filosofías como la budista o la vedanta afirman desde hace milenios: que la consciencia no muere, siempre está allí, y que estamos en un círculo kármico de renacimiento y muerte hasta que logramos liberarnos gracias al despertar o la iluminación.
Así que, si te fijas, aquí estamos: en un círculo constante de renacimiento y muerte. Como dicen los budistas, se muere como se ha vivido, y se vive según el karma acumulado y cómo este se expresa durante nuestra existencia.
De ahí que sea tan importante comprender que nacer o morir no es casualidad, ni tampoco algo que suceda una sola vez.
De ahí también la importancia de ser conscientes de cómo vivimos, de cómo aprovechamos estos pocos años de vida que se nos han dado para salir de este círculo vicioso (samsara) de reencarnaciones y sufrimiento.
He querido hacer esta reflexión porque, si se entiende que nuestro nacimiento no es algo casual, y que nuestra muerte tampoco lo es, se puede comprender más fácilmente el sentido de la vida. Ya que nada pasa por casualidad, las siguientes preguntas relacionadas con este círculo de reencarnaciones son: ¿cómo se espera que vivamos esta vida?, ¿qué se espera de nosotros?, ¿cómo debemos aprovecharla?
La respuesta es, en realidad, muy sencilla: se espera que la vivamos, que seamos y que la aprovechemos de forma bondadosa, tal y como actúa todo el cosmos.
Por cierto, el monje, después de pensar unos instantes, respondió:
"Sí, antes de nacer existías en la mente de Dios."
Y sí, es una forma de expresar lo mismo desde una óptica cristiana, y personalmente, me gustó la respuesta.
Para mí, las personas que no han despertado mínimamente su consciencia es como si realmente no existieran, porque no saben por qué están aquí ni cómo aprovechar su existencia más allá de esta vida material. Existe un cuerpo, pero sin consciencia no existe el ser que lo habita, que no es el cuerpo. El cuerpo es la carcasa. Sin el ser, no se puede saber qué y cómo ser para llegar, algún día, a ser un ser liberado, fuera del circuito de muerte y reencarnación.
Aprovecha la existencia para proyectar bondad, ya que es la puerta a la iluminación, a la liberación. Siempre has vivido y volverás a vivir hasta que logres pasar el examen de la bondad universal.
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