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Todo está dentro de tí

  • Foto del escritor: Oriol Gifra
    Oriol Gifra
  • 22 jun
  • 3 Min. de lectura

Tanto en la filosofía oriental como en la de los filósofos clásicos occidentales , y también en la de los no tan clásicos, se acierta al señalar que, efectivamente, todo está dentro de nosotros.


Esto es así, básicamente, porque todo lo que conocemos lo conocemos por nosotros mismos y a través de nuestra mente. Es nuestra mente la que traduce, la que interpreta todo aquello que acontece, tanto dentro como fuera de nuestro cuerpo físico.


El conocimiento, en definitiva, viene de dentro. Cuando hablamos de aspectos físicos que nos rodean, ese conocimiento viene agitado por los sentidos, que envían impulsos a nuestro cerebro, los cuales son transformados en cognición.


Pero cuando hablamos del conocimiento de aquello que existe, pero que no está al alcance de nuestros limitados sentidos , ese conocimiento verdaderamente importante que puede darnos acceso al sentido de la vida y al mundo no material, a lo esencial, ese conocimiento está dentro de nosotros.



Para el budismo, la paz, la iluminación y el sufrimiento tienen su origen en nuestra mente. Todo lo que necesitamos para liberarnos del sufrimiento ya está dentro de nosotros: la compasión, la sabiduría, la atención plena. No hay que buscar fuera. Lo que percibimos del mundo es una proyección de nuestros estados mentales. Por tanto, cambiar nuestra mente es cambiar el mundo.


Sócrates (470–399 a.C.) tiene una frase famosa al respecto: “Conócete a ti mismo”, la cual refleja justamente esta idea.


Creía que la verdad y la virtud estaban dentro de cada persona, y que el papel del maestro era solo ayudar a sacarlas (como una "mayéutica", es decir, un parto del alma).


El conocimiento no se impone desde fuera, se descubre dentro.


Para Platón (427–347 a.C.), el alma ya posee conocimiento de las ideas eternas (la verdad, la belleza, el bien) desde antes de nacer.


Aprender es recordar (anamnesis) lo que ya está en el alma.


San Agustín (354–430) decía: “No salgas fuera de ti, vuelve a ti mismo; en el interior del hombre habita la verdad”.


Y así, numerosos filósofos y pensadores a lo largo del tiempo.


Y ciertamente, vivimos en un mundo paradójico, donde todos los sentidos y la atención los tenemos puestos hacia el exterior, y actualmente hacia las pantallas, cuando en realidad el verdadero camino para comprender la vida se encuentra en nuestro interior, detrás de esos velos mentales que cubren la consciencia en su estado más puro o iluminado.


De ahí que, cuando hablas con los maestros budistas, observan como una gran tragedia humana el hecho de no ser conscientes de nuestra inconsciencia; el hecho de estar hipnotizados y aturdidos por lo externo, siendo lo interno lo verdaderamente importante.


Calmar la mente, escuchar el silencio, no hacer absolutamente nada para llegar a descubrir ese estado de vacuidad es como hablar en un idioma extraterrestre para la mayoría de los humanos actualmente.


Es como observar cómo millones de personas divagan por esta vida más infelices que felices, sin orientación ni propósito vital, aferradas a lo material para apaciguar sus miedos, sin saber ni siquiera lo que son, ni lo que quieren ser, ni por qué ni para qué.


De ahí que meditar sea una de las únicas puertas accesibles a los humanos para cruzar el puente hacia un conocimiento: el de nuestro interior, el del alma, que está por descubrir en la mayoría de los casos y que es, en realidad, el único verdaderamente importante para vivir una vida plena y con sentido.


Escucha tu interior. Para eso necesitarás mucha calma. Para la calma, necesitarás mucha práctica. Para esa práctica, necesitarás tiempo. Empieza a reorganizarte para hacer un hueco en tu vida a lo importante. Date tiempo para, poco a poco, emprender el camino hacia un estado mental más claro, que te permita ver la luna, no solo el dedo que la apunta.


La muerte es la señal que nos indica que la hora de esa comprensión ha llegado. Si no estamos preparados, deberemos “repetir curso” una y otra vez en el samsara, el círculo de las reencarnaciones al que estamos sometidos, hasta que logremos alcanzar esa iluminación liberadora y dejar de sufrir para siempre.


No solo el objetivo final es hermoso; el camino hacia él es una aventura que te invito a probar. Vivirás mucho más feliz.



 
 
 

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